martes, 12 de agosto de 2014

LA IMAGINACIÓN DE PEDRITO """CUENTO INFANTIL""""


         Erase una vez un niño llamado Pedro, tan curioso y con una imaginación tan despampanante, que un día sorprendió a su papá, de camino hacia la consulta de su pediatra.
      Papi, ¿Por qué los coches corren? – Le preguntó Pedro a su padre, mientras se dirigían al centro médico para una revisión rutinaria. Desde que habían salido de casa, el niño permanecía en silencio, sentado en su silla de seguridad, cosa que le extrañó a Roberto.
         El padre, presumiendo de la inteligencia de ser un adulto, no tuvo que pensar mucho, y lo primero que le vino a la mente fue contestarle lo siguiente:
      Es porque tienen cuatro ruedas, que al girar, hacen que el vehículo se mueva sin necesidad de que lo impulsen.
      Pero ¿Cómo se mueve? – hizo una pequeña pausa y continuó -, yo no veo a nadie empujando por nuestro coche papi, y tú dices que se mueve con las ruedas – hablaba y pataleaba sin cesar en el asiento trasero del vehículo.
      No hace falta que empujemos, Pedro – le hacían gracia los argumentos del niño.
      Mi bici también tiene ruedas, y se mueve porque tú me empujas  y yo le doy a los pedales – hablaba y miraba a su padre a través del espejo retrovisor.
         Inmediatamente, Roberto se dio cuenta de que había subestimado a su hijo. A pesar de tener solamente cuatro años, era un niño muy inteligente, despierto y preguntón; lo cierto era que no le había facilitado la respuesta idónea a su gran pregunta.
         Es entonces cuando su papá paró el vehículo en el arcén de la carretera, se giró hacia atrás, y mira fijamente para el pequeñín.
      Tanto los coches, como las motos, trenes, barcos e incluso los aviones, se mueven porque tienen un motor que ayudado por un combustible, hace que se desplacen hasta donde uno quiera ir – contestó el papá, muy orgulloso de su niño.
         Nuevamente puso el coche en marcha, y se produjo otro silencio entre ambos. Estaba claro que su hijo intentaba asimilar la información que le había facilitado, y que seguro, iba a replicar.  
      Pero los coches andan sobre ruedas, las bicis también, las motos y los trenes, pero los aviones papi, van por el cielo. ¿Quién los sujeta allá arriba? ¿Hay en el cielo carreteras invisibles? – contaba con los dedos de su mano izquierda, a medida que iba enumerando los distintos medios de transporte –, o puede que sean las nubes quienes los aguantan – su padre se reía por lo bajo, mientras Pedro continuaba con su particular reflexión –.Ya, pero hoy no hay nubes en el cielo, ¿eso significa que se va a caer aquel avión? – volvió a preguntar, mientras señalaba con el dedo índice de su mano derecha hacia un avión que pasaba por el cielo totalmente despejado de nubes.
El padre estaba asombrado por lo mucho que discurría el peque, y su gran imaginación.
      Ahora te contesto, cariño. Espera que voy a aparcar el coche y continuamos con la conversación.
         Estacionó el vehículo en batería, en el aparcamiento que había habilitado para ello en el centro médico. Salió del mismo y desabrochó el cinturón de seguridad de la silla de Pedrito. Lo cogió en brazos y le dio dos besos en las mejillas sonrosadas. Lo puso en el suelo, cerró el coche con la llave y se dirigieron hacia su destino.
         En cuanto entraron, comprobaron en la lista que había en la puerta, que todavía le quedaban por entrar cuatro niños delante de ellos. Eligieron una zona menos concurrida para sentarse y contestó a las preguntas del enano.
      Los aviones no se caen del cielo porque ese mismo motor consigue que se mantenga en el aire, además va pilotado por gente muy preparada.
      ¿Esos señores tienen super poderes? – interrogó Pedrito a su padre.
      Podría decirse que sí – confirmó su papá, pasándole la palma de la mano por el cabello liso y brillante de su pequeño.
      Seguro que tienen una varita mágica, o una capa de héroes – hablaba serio y pensativo.
Roberto esbozó una sonrisa y volvió a pasarle la mano por la cabeza a su hijo, removiéndole el pelo, como símbolo de admiración.
      Papá, ¿y los barcos? – no se le olvidaba ningún detalle.
      Jajaja, ¡no se te escapa una! – respondió el adulto –. Los barcos también tienen unos motores muy grandes que le ayudan a mantenerse a flote, y así no se hunden.
         Pasaron unos minutos, durante los cuales, Pedro estuvo sumido en un absoluto silencio. ¿Qué estaría pensando?
      ¿Y el barquito que tengo de la playa también tiene motor? – quiso saber el renacuajo.
      No cariño, ese no. Tu barco es de plástico, es de juguete, y no le hace falta ningún motor.
      Ah, vale – Reflexionó unos segundos para cambiar por completo de tema –. Cuando lleguemos a casa, quiero que me leas el cuento de Simón.
      ¡Pero si te lo hemos leído más de veinte veces! – replicó Roberto.
      Papi, es mi preferido, además habla de aviones – dijo el niño, moviendo su mano como si fuera un aeroplano.
         Justo en ese momento, los llamaron para entrar. Roberto cogió el crío por la mano y  le dijo:

      Vamos Pedro, ya es nuestro turno.

SANDRA EC

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