lunes, 19 de enero de 2015

Nuevo fragmento "Entre el miedo y el amor"


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            Una vez acostada la niña, Jesús regresó al salón donde Marta ordenaba algunas cosas que habían dejado sobre la mesa. Cogió del refrigerador el champán, dos copas tradicionales bajas de cristal fino y boca ancha, y se acercó a ella por detrás.

        Ha llegado el momento de celebrar nuestra unión en la intimidad – confesó con fervor mientras le tendía la copa burbujeante – Tú y yo, a solas.
        Lo estoy deseando – pronunció con impaciencia.

            Tras un brindis, bebieron largos sorbos de aquel vino espumoso mirándose a los ojos, un lenguaje erótico, sexy. Tenían por delante toda la noche para descubrir las zonas más erógenas y estimulantes, para dar y recibir placer.

            Jesús aferró con decisión la copa de manos de ella, colocándolas sobre la mesa de centro. Serpenteando como una culebra, se acercó y rodeó su cabeza con ambas manos, alojando sus dedos, largos y finos, entre el cabello de Marta todavía arreglado de la ceremonia, para a continuación pegar sus labios con los de ella, rabiosamente carnosos, rogando ser chupados, lamidos, incluso mordidos de forma sutil.

        ¡Te deseo, no sabes cuánto! – pronunció. Empezaba a volverse loco por la excitación – quiero llenarme de ti, ahora, mañana y siempre.
        Aquí me tienes, soy toda tuya – susurró, impaciente por ser tocada con más vivacidad.


            Dos almas que se aman, perdidamente enamorados el uno del otro, impacientes por compartir sus deseos, ansias, apetitos sexuales, en definitiva, su pasión, tanto tiempo reservada para esa noche.
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