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Isabel era una mujer de armas tomar, caprichosa y
decidida. Había estado casada anteriormente, pero su matrimonio menguó debido a
su afán por crecer profesionalmente, costara lo que costase. Trabajó en el
mismo departamento que el padre de Adrián durante seis meses, período en el
cual hubo un ardiente acercamiento entre ambos. Al principio Félix se resistía
a los e
ncantos de ella, pensando en su mujer y en lo mucho que la amaba, pero con el paso de los meses, Isabel fue ganando terreno en el corazón de él, agotándolo sexualmente, dejando que hiciera con ella todas las fantasías sexuales que se le vinieran a la cabeza, todo aquello que nunca antes había hecho con su esposa, por pudor, por falta de tiempo, por la razón que fuese. Ella no tenía complejos, recato, ni vergüenza. Era muy consciente de lo que hacía, y por qué lo hacía. Su meta era volver nuevamente a esa empresa y ocupar el cargo que actualmente desempeñaba su amante, y si para ello, tenía que ofrecer su cuerpo en bandeja, no se lo pensaría dos veces. El fin justificaba los medios.
La relación con Adrián comenzó a razón de las clases
particulares que le daba en su chalet, para aprender alemán en poco tiempo.
Félix se lo había pedido, cuando aún estaban trabajando juntos. Le había comentado que necesitaba un profesor de
alemán que diera clases a domicilio y ella se ofreció encantada, ya que
dominaba el idioma con destreza, gracias a los años que había vivido con su
padre y varias madrastras en Alemania.
Al principio, la relación
era estrictamente formal, de profesor y alumno. Después, empezaron a hablar de
sus cosas, a comentar vivencias, inquietudes y necesidades. De la misma forma
que había engatusado al padre, lo hizo con Adrián, con la gran diferencia de
que con el paso de los meses, se fue enamorando de la inocencia del chico.
Sin darse cuenta, se vio envuelta en un trío amoroso, con
una vinculación familiar que, una vez se hiciera eco, traería consecuencias
graves.
Ese domingo habían decidido pasarlo juntos, con tres
parejas que ya conocían. A ambos, no le importaba lo que la gente dijera sobre
la relación y su diferencia de edad. Físicamente
no se notaba demasiado, puesto que Isabel se cuidaba mucho y aparentaba ser bastante
más joven de lo que era. A ella le encantaba la vitalidad de él, sus ganas de
experimentar, de probar cosas nuevas, diferentes, innovadoras, raras, igual que
su padre.
Después de comer los bocatas que habían llevado de casa,
volvieron a tumbarse al sol, mientras hacían la digestión. Durmieron la siesta
un buen rato, a pesar de que el calor apretaba bastante a aquellas horas.
Después, decidieron volver al agua, esta vez,
para montarse en un plátano hinchable, tirado por una lancha. Su pasión era la
velocidad, y de paso, reír a carcajada limpia.
Tras media hora sin parar de reír, volvieron a sus toallas. Todos
estaban eufóricos por lo bien que se lo habían pasado, acordando repetir el
siguiente fin de semana, siempre que el tiempo los acompañara.
Isabel y Adrián estaban tumbados en la toalla de él, con
gesto amoroso. Se besaban apasionadamente, como si fueran dos jóvenes de
dieciséis años. Si no fuera porque estaban sus amigos al lado, había demasiada
gente a su alrededor e incluso niños cerca, jugando con la arena, ella le
quitaría el bañador verde mar que llevaba puesto, para apoderarse de esa parte
masculina que tanto anhelaba en aquel momento. Con el padre de él solamente
pensaban en el sexo, con Adrián era diferente. Además de disfrutar de las
relaciones sexuales que mantenían, entre ellos había crecido un hilo que cada
vez se hacía más grueso, por tanto, más difícil de romper.
Ante la imposibilidad de dar calma al deseo carnal en
aquel sitio, decidieron ir a dar una vuelta y
así, encontrar un lugar en el cual deleitarse sin miedo a ser reconocidos. Daba
igual la zona, si hacerlo de pie, sentados, acostados…, lo importante era
hacerlo, y punto.
Cogidos de la mano, se encaminaron hacia el paseo que
había en la parte superior de la playa, pegado a los restaurantes, cafeterías y
tiendas de suvenirs. Al ser domingo, había
muchísima gente paseando, sobre todo turistas que acababan de llegar al pueblo,
cuya costumbre de todos los años era comprar las cosas que necesitaban el día
de su llegada.
Iban entretenidos hablando y haciéndose carantoñas,
cuando se encontraron de frente con los padres de él, también agarrados de la
mano. Adrián se quedó mirándolos fijamente, pues le parecía increíble que
hubieran coincidido, aunque tampoco le importaba demasiado, estaba decidido a
hacer pública su relación con Isabel. Ésta, al verlos, soltó inmediatamente la
mano de su acompañante y se fijó en la mirada inquisidora de Félix. Lo cierto
era que todavía no habían roto. Seguían viéndose varias veces por semana,
siempre en algún motel o en el coche de cada uno de ellos. Sabía perfectamente
que ella era la causa de que el matrimonio de él estuviera pasando por una mala
racha, pero tampoco le había importado demasiado. Su intención era provocar un
escándalo y que los rumores llegaran a la empresa de él. Era sabido por todos
los que en ella trabajaban, que allí no les permitían ese tipo de vida. Para
dirigir la empresa, tenían que ser personas serias y que dieran ejemplo en
todos los ámbitos de la vida.
–
¿Vosotros aquí, juntos? – preguntó la
madre con curiosidad.
–
Sí mamá – respondió Adrián.
–
Pero… – hizo una pausa, pues no sabía
exactamente qué decirles.
–
Estamos juntos desde hace un tiempo –
contestó él. Su padre continuaba mirando fijamente a Isabel, sin pronunciarse.
–
Pero… – volvió a decir Alicia.
–
Sé lo que hago, sabemos lo que hacemos –
hizo una pequeña pausa para continuar –, y nada va a cambiar mi forma de pensar
y actuar.
Félix seguía sumido en un absoluto caos mental. ¿Cómo era
posible que su hijo estuviera liado con su amante, y además, la profesora de
alemán que había contratado para darle clases a Adrián? Le parecía imposible,
como un sueño o más bien una pesadilla, del que deseaba despertarse lo antes
posible. ¿Cómo iba a solucionar aquel entuerto?, ¿le contaría a su hijo que
Isabel era su amante?, ¿se lo contaría a su mujer?, ¿le pediría a ella que dejara
en paz a su progenitor, con lo cual ella quizá le pidiera algo a cambio?
SANDRA EC
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