jueves, 24 de julio de 2014

LA AMANTE (2ª PARTE)

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            Isabel era una mujer de armas tomar, caprichosa y decidida. Había estado casada anteriormente, pero su matrimonio menguó debido a su afán por crecer profesionalmente, costara lo que costase. Trabajó en el mismo departamento que el padre de Adrián durante seis meses, período en el cual hubo un ardiente acercamiento entre ambos. Al principio Félix se resistía a los e

ncantos de ella, pensando en su mujer y en lo mucho que la amaba, pero con el paso de los meses, Isabel fue ganando terreno en el corazón de él, agotándolo sexualmente, dejando que hiciera con ella todas las fantasías sexuales que se le vinieran a la cabeza, todo aquello que nunca antes había hecho con su esposa, por pudor, por falta de tiempo, por la razón que fuese. Ella no tenía complejos, recato, ni vergüenza. Era muy consciente de lo que hacía, y por qué lo hacía. Su meta era volver nuevamente a esa empresa y ocupar el cargo que actualmente desempeñaba su amante, y si para ello, tenía que ofrecer su cuerpo en bandeja, no se lo pensaría dos veces. El fin justificaba los medios.
            La relación con Adrián comenzó a razón de las clases particulares que le daba en su chalet, para aprender alemán en poco tiempo. Félix se lo había pedido, cuando aún  estaban trabajando juntos. Le había comentado que necesitaba un profesor de alemán que diera clases a domicilio y ella se ofreció encantada, ya que dominaba el idioma con destreza, gracias a los años que había vivido con su padre y varias madrastras en Alemania.
            Al principio, la relación era estrictamente formal, de profesor y alumno. Después, empezaron a hablar de sus cosas, a comentar vivencias, inquietudes y necesidades. De la misma forma que había engatusado al padre, lo hizo con Adrián, con la gran diferencia de que con el paso de los meses, se fue enamorando de la inocencia del chico.
            Sin darse cuenta, se vio envuelta en un trío amoroso, con una vinculación familiar que, una vez se hiciera eco, traería consecuencias graves.
            Ese domingo habían decidido pasarlo juntos, con tres parejas que ya conocían. A ambos, no le importaba lo que la gente dijera sobre la relación y su diferencia de edad. Físicamente no se notaba demasiado, puesto que Isabel se cuidaba mucho y aparentaba ser bastante más joven de lo que era. A ella le encantaba la vitalidad de él, sus ganas de experimentar, de probar cosas nuevas, diferentes, innovadoras, raras, igual que su padre.
            Después de comer los bocatas que habían llevado de casa, volvieron a tumbarse al sol, mientras hacían la digestión. Durmieron la siesta un buen rato, a pesar de que el calor apretaba bastante a aquellas horas. Después, decidieron volver al agua, esta vez, para montarse en un plátano hinchable, tirado por una lancha. Su pasión era la velocidad, y de paso, reír a carcajada limpia.
            Tras media hora sin parar de reír, volvieron a sus toallas. Todos estaban eufóricos por lo bien que se lo habían pasado, acordando repetir el siguiente fin de semana, siempre que el tiempo los acompañara.
            Isabel y Adrián estaban tumbados en la toalla de él, con gesto amoroso. Se besaban apasionadamente, como si fueran dos jóvenes de dieciséis años. Si no fuera porque estaban sus amigos al lado, había demasiada gente a su alrededor e incluso niños cerca, jugando con la arena, ella le quitaría el bañador verde mar que llevaba puesto, para apoderarse de esa parte masculina que tanto anhelaba en aquel momento. Con el padre de él solamente pensaban en el sexo, con Adrián era diferente. Además de disfrutar de las relaciones sexuales que mantenían, entre ellos había crecido un hilo que cada vez se hacía más grueso, por tanto, más difícil de romper.
            Ante la imposibilidad de dar calma al deseo carnal en aquel sitio, decidieron ir a dar una vuelta y así, encontrar un lugar en el cual deleitarse sin miedo a ser reconocidos. Daba igual la zona, si hacerlo de pie, sentados, acostados…, lo importante era hacerlo, y punto.
            Cogidos de la mano, se encaminaron hacia el paseo que había en la parte superior de la playa, pegado a los restaurantes, cafeterías y tiendas de suvenirs. Al ser domingo, había muchísima gente paseando, sobre todo turistas que acababan de llegar al pueblo, cuya costumbre de todos los años era comprar las cosas que necesitaban el día de su llegada.
            Iban entretenidos hablando y haciéndose carantoñas, cuando se encontraron de frente con los padres de él, también agarrados de la mano. Adrián se quedó mirándolos fijamente, pues le parecía increíble que hubieran coincidido, aunque tampoco le importaba demasiado, estaba decidido a hacer pública su relación con Isabel. Ésta, al verlos, soltó inmediatamente la mano de su acompañante y se fijó en la mirada inquisidora de Félix. Lo cierto era que todavía no habían roto. Seguían viéndose varias veces por semana, siempre en algún motel o en el coche de cada uno de ellos. Sabía perfectamente que ella era la causa de que el matrimonio de él estuviera pasando por una mala racha, pero tampoco le había importado demasiado. Su intención era provocar un escándalo y que los rumores llegaran a la empresa de él. Era sabido por todos los que en ella trabajaban, que allí no les permitían ese tipo de vida. Para dirigir la empresa, tenían que ser personas serias y que dieran ejemplo en todos los ámbitos de la vida.

        ¿Vosotros aquí, juntos? – preguntó la madre con curiosidad.
        Sí mamá – respondió Adrián.
        Pero… – hizo una pausa, pues no sabía exactamente qué decirles.
        Estamos juntos desde hace un tiempo – contestó él. Su padre continuaba mirando fijamente a Isabel, sin pronunciarse.
        Pero… – volvió a decir Alicia.
        Sé lo que hago, sabemos lo que hacemos – hizo una pequeña pausa para continuar –, y nada va a cambiar mi forma de pensar y actuar.

            Félix seguía sumido en un absoluto caos mental. ¿Cómo era posible que su hijo estuviera liado con su amante, y además, la profesora de alemán que había contratado para darle clases a Adrián? Le parecía imposible, como un sueño o más bien una pesadilla, del que deseaba despertarse lo antes posible. ¿Cómo iba a solucionar aquel entuerto?, ¿le contaría a su hijo que Isabel era su amante?, ¿se lo contaría a su mujer?, ¿le pediría a ella que dejara en paz a su progenitor, con lo cual ella quizá le pidiera algo a cambio?

SANDRA EC

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