–
¡Cuidao
con la rubia! – dijo Marcial, con las manos manchadas de masa.
–
Guau,
pue zí que eztá pa moja pan – comentó su compañero de faena, mientras se
quitaba la visera de la cabeza, y se secaba la frente. El sol de mediodía lo
estaba quemando.
–
¡Mi
ma!, si la ve Kiyo, seguro la persigue hasta el fin del mundo – cogió de su
nevera portátil una botella de agua de medio litro, y se la bebió de golpe.
–
Deja
deja, que azí podemo refrezca la vizta, ¡qué con ezte calo! – por la frente
corrían regueros de sudor.
–
¿Y
cómo está la Conchi? – quiso saber, pues de vez en cuando coincidían en el
mercadillo de frutas y verduras del fin de semana.
–
Bueno,
ta palla, con zus kiloz dema. Un día deztos, no ze levanta de la cama, ya lo
verá, o lo peo, ejplota como una bombona al zol.
–
Mira
que eres jodío – se reía a carcajada limpia – la pobre ya bastante tiene con su
problema, como pa que vengas tú con el pitorreo, ¡qué estás hablando de tu
muje!
–
Mi
mujé porque me obligaron a cazarme co’ella, que zino iba tu a mirá – con la
paleta de trabajo le hacía gestos al pinche – ¡niño, trae má maza!
–
Es
la madre de tus dos hijos, seguro que vivisteis momentos fabulosos, y no me
venga a deci que no – no se creía que su compañero no fuera feliz con la mujer
que le había dado dos niños extraordinarios.
– Ezo zí, lo niño han sio lo mejó,
aunque tambié dan zu gazto. Qué zi ropa por aquí, que zi libro po’alla, que zi quieren
plata pa’zalí con lo compi…
– Pue yo con mi Tere estoy supe
feliz, ahora etamo intentando tener familia, ya va siendo hora. É una mujé fantástica, sé que haría cualquie cosa po mí –
Marcial hablaba como un hombre enamorado de su esposa.
– Ya me contará cuando lleve
diecioxo año casado como yo, y me dará la razón. Lo ojo acaban pozándoze zobre
eza hermozura – hablaba por propia experiencia –. Pero dime, ¿Cuánta vece lo
hacéi al día?, porque hay que inzití, que no ze va quedá preñá a la primera.
– ¡Cómo al día! Me paso la mayo
parte del tiempo en la obra, y cuando llego a casa, estoy reventao. Ella quiere
y yo hago mi esfuerzos pero…
– Ezo ez porque no te pone la
Tere, que zi eztuviera como eza, otro gallo cantaría – mantuvo, señalando con
la cabeza a una morena que pasaba por su lado justo en ese momento.
– ¡Hola guapetona!
– ¡Niña, hace muxo calo pa anda
po la calle a ezta hora! – su rostro se había sonrojado.
– ¡Qué va, si la mujere de ahora no tienen tanto
calo!
– Preciozida, ¿te apetece un
heladico bien frío? – comentó, mirando
para la joven que pasaba bajo sus andamios, al tiempo que le daba un codazo a
Marcial.
– El helado te lo metes por donde
te quepa a ti, simpático – contestó la mujer, con tono molesto y sin dejar de
caminar.
– Lo he intentao, qué ze le
va’cer – manifestó. Sacó la cajetilla de tabaco del bolsillo superior de su
camisa, y extrajo un pitillo.
– Tú no tiene solución – aclaró el
compañero más sensato.
SANDRA EC
Real como la vida misma. Bueno, hoy en día ha ido desapareciendo, no?
ResponderEliminarBesitos guapa.
Pues creo que sí, aunque sabes que los que trabajan en obras son bastante carotas, jajaja, gracias por leerme Mary Ann
Eliminar¡Me hice seguidora! enhorabuena por el Blog, poquito a poco vas creciendo, un besazo
ResponderEliminarGracias Ángeles, nos seguimos!!!
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