Me sentía sexy, muy sexy, con aquel mini vestido tan sugerente.
Al descubierto quedaba mi ombligo, adornado con un piercing de acero quirúrgico,
en forma de corazón. Los pechos, ligeramente cubiertos con un trozo de seda
negra sujeta por tirantes de lentejuelas plateadas.
Un tango sonaba en la pista, incitándome a soltar mi
cuerpo, a un ritmo sensual y descarado.
Tiraste de mi, firme, posesivo; clavaste tus ojos,
poseídos por la pasión sobre los míos. Bolas de fuego cubrían nuestros cuerpos,
sumidos en la fruición del momento. Tu brazo derecho recorría mi espalda
desnuda, perseverante, precipitándome hacia un torbellino de sensaciones
totalmente exclusivas. Pude sentir tu aliento jadeante, sobre el lóbulo de mi
oreja.
Al compás del tango, nuestras piernas se mezclaban, sintiendo
un calor turbante, fruto de la fusión de dos materias fervientes y apasionadas.
Movimientos acompasados, miradas cómplices, caricias
lujuriosas. Yo rodeo tu cuerpo, impecablemente ataviado, palpando tu torso,
rozando palmo a palmo, cada centímetro de tu piel. Tú, me tomas por la cintura,
seguro, abrasador, incendiando cada poro que arrullas con tus carnales dedos.
El público asistente, amante del baile cercano y
corporal, deja espacio en la pista, haciendo un círculo, para movernos con total
maestría.
De espaldas a ti, elevo una pierna a la altura de
nuestras cabezas, padeciendo tu boca en mi piel y dejándome acariciar sin
resistencia. Siento que tus manos recorren mi cuerpo, casi desnudo, de forma
explícita. Mis caderas se contonean provocativamente, convulsionadas por la
fiebre. Me giras y nuestras miradas inductoras se encuentran. Izo mi pierna izquierda
sobre tu cintura, la cual dejo escurrir sobre tu pantalón, lentamente.
Nuestros brazos se elevan a la altura de los hombros, uno
frente al otro. Nos movemos al unísono con ojos tentadores, me atrevería a
decir que primitivos. Consigues que todo en mí, desee tu cercanía, corone tu
hombría. Paso mis manos, hambrientas de sensualidad por tu cuello,
introduciéndose entre tus cabellos alborotados, mientras nuestros labios apenas
se rozan.
Me tomas en brazos y elevas mi cuerpo, como si de una
mariposa se tratase, enterrando tu cara en el hueco de mi estómago y aspirando
mi fragancia. Sensaciones de éxtasis total invaden mi alma, recorren fogosamente
cada terminación nerviosa.
Baja el telón, las luces se apagan, el tango remata. Tú,
me coges de la cintura con urgencia, y con esa mirada, penetrante y muerta de
deseo, me conduces hacia al ocaso.
SANDRA EC
Maravilloso tango!! Me ha encantado "bailarlo" Gracias Sandra!! Te sigo leyendo!!
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