Ya de vuelta a casa, fue felicitada por sus
superiores y compañeros de departamento. Ella insistía en que el mérito era de
todos, no sólo suyo. Se sentía plena y muy satisfecha.
A media tarde, y mientras se relajaba en su bañera de
mármol negro Marquina, recibió el aviso de un mensaje de texto. Era Tomás,
interesándose por cómo había ido el congreso.
–
¡¡Hola guapetona!! ¿cómo te ha ido esta mañana?
–
¡Muy bien!, ya te contaré – contestó
orgullosa.
–
Vale, te recojo sobre las nueve.
–
¿Dónde quedamos? – preguntó Alexia.
–
Es cierto, no sé dónde vives, ¡vaya
despiste!
–
Paseo de la Independencia, 203 – escribió.
–
Por cierto, ¿llevarás el vestido de
ayer?
–
¿Por qué lo preguntas? – quiso saber,
intrigada.
–
Vaya bocazas que soy, perdona. Debo
tener la cabeza en los pies. Lo que quería decir, es que ayer estabas sumamente
hermosa con aquel vestido – se justificó a la espera de la respuesta de Alexia.
–
Gracias por lo de hermosa, y no, ése
precisamente no – contestó sonriendo al otro lado.
<<Será mejor, ya lo
verás>>.
Estaba cansadísima de estar todo el
día sobre tacones. No le apetecía volver a ponérselos. Buscó en el armario y
encontró algo más casual pero igual de sexy y que podría combinar con unas
sandalias un poco más bajas. Se trataba de un vestido marrón granate corto de
crepé, con cuello de pico y mangas de murciélago a juego con unas sandalias de
cinco centímetros de tacón y del mismo color. El pelo se lo había recogido en
un moño, dándole forma de donut. Se maquilló primorosamente y se dejó minar por
su perfume favorito.
A las nueve en punto, husmeó por la
ventana del salón y consiguió ver un coche negro delante de su apartamento. Bajó
las escaleras con avidez y allí estaba él, entretenido con el móvil mientras la
esperaba sentado en el asiento del conductor. Al ver que se acercaba Alexia,
bajó del coche para saludarla con dos besos.
–
¡Hola,
cómo estás! – Canturreó alegremente.
–
¡Bien!, muy bien.
–
Lo noto en tu sonrisa – respondió
pletórico.
–
¿Qué te parece éste? – le preguntó, estirando los brazos y mostrando
su modelo. Se imaginaba la contestación, pero quería escucharlo.
–
Sin duda, estás maravillosa, no me salen
ahora los adjetivos – le hubiera gustado decirle que la comería a besos en
aquel mismo instante, arrollándola contra el coche y mostrándole todo lo que
había despertado en él.
–
Cuando quieras nos vamos – apuntó.
Necesitaba recuperarse del calentón. Sus mejillas ardían, a pesar del
maquillaje.
Entraron en el vehículo y se
dirigieron al restaurante asiático que conocía Tomás, donde estuvieron cerca de
dos horas. La conversación se había centrado en ella. Alexia le había contado
lo bien que le había ido en el congreso por la mañana y que estaba muy
orgullosa del trabajo realizado. Él no dejaba de admirarla mientras hablaba, sin
quitar la vista de unos labios sensuales y tremendamente carnales que pedían a
gritos ser amados.
Una vez finalizada la cena, Tomás la
invitó a bailar. Se trataba de un local muy selecto, con un aforo muy limitado
y en donde tomaron una copa, sentados en la barra. El local empezaba a llenarse
de gente, en su mayoría parejas. Al fondo, una pantalla mostraba los videos de
las canciones que sonaban. La música, exquisitamente seleccionada, invitaba a
bailar, existiendo la posibilidad de hablar con el pinchadiscos y pedirle una
canción en concreto, que fue lo que hizo Tomás sin antes comentárselo.
–
¡Bailas! – susurró en el oído de Alexia.
–
Te advierto que no estoy entrenada en el
arte del baile. No me hago responsable de los daños ocasionados – bromeó ella,
excitada por el momento.
–
Correré el riesgo – musitó mientras le
cogía la mano para acercarse al salón de baile.
La cogió por la cintura con pasión,
acercándose de tal forma, que podía sentir su agitación. Manos y piernas
fundiéndose en un solo elemento. La música comenzó a sonar de fondo.
–
¿Te gusta Ana Gabriel? – preguntó con cierto
frenesí.
–
Me encantan todas sus canciones y sus
letras.
–
Me alegro, porque esta canción la pedí especialmente
para ti. Espero que la sientas igual que yo – susurró entre sus cabellos.
<< ¿Cómo puede saber Tomás,
que ésta era mi canción favorita?>>
Alexia había visto la película “Baila
conmigo” decenas de veces, donde actuaba Chayanne y Vanessa Williams; le
parecía muy erótica y sensual.
–
¿Cómo lo has sabido? – preguntó
emocionada.
–
¿Cómo he sabido qué? – se hizo el loco.
–
¡Cómo has sabido que es mi canción
preferida! – exclamó, conmovida e impresionada por lo mucho que la estaba
sorprendiendo.
–
Digamos que tenemos los mismos gustos –
confesó, rozándole sus labios contra el lóbulo de la oreja de Alexia.
Una excitación se apoderó del cuerpo de Alexia, buscando
acoplarse entre los calurosos y ardientes brazos de él, que sensualmente y al
ritmo de la música, musitaba la canción al oído de ella.
Muy bien, despejando el camino, pero poco a poco.
ResponderEliminar