ESTE ES EL PRIMER TEXTO QUE ESCRIBÍ, CUANDO COMENCÉ MI CURSO DE ESCRITURA CREATIVA.
– Esa
maldita lengua de trapo seguro que se lo cuenta todo – pensó para sus adentros,
– no debí descuidarme tanto en el último momento. Todo estaba saliendo a pedir
de boca hasta que esa entrometida se cruzó en mi camino.
Luis no
dejaba de lamentarse para su interior. Estaba
furioso. Hasta hoy, siempre había sido prudente y muy cauto en cada relación extramatrimonial.
Llevaba muchos años haciéndolo así y siempre había salido victorioso.
–
Tengo
que pensar en un plan alternativo. No puedo dejar que esa husmeadora arruine
todo lo que he construido hasta ahora. ¿Qué pensará la gente de mi, y Laura,
los niños, mis padres? No, todo debe seguir como siempre – seguía cavilando en
silencio mientras no le servían el desayuno.
Justo en ese
instante, se acercó la camarera con la consumición habitual. Un café con leche
grande acompañado de una napolitana. Tan ensimismado estaba en sus pensamientos,
que ni gracias le dio a la chica. En un momento que alzó la cabeza, se fijó en una joven que estaba sentada cerca del ventanal y
que observaba embobada a los que allí estaban presentes. Se fijaba en cada una
de las personas que la rodeaban. Por un momento, sintió que lo desnudaban, como
si todo el mundo descubriera cual era su cara más oculta. Sintió escalofríos,
obligándolo a ponerse nuevamente la chaqueta de cuero.
–
Nadie
la creerá. Todos saben que es una chismosa y de mí nunca
desconfiarán.
He diseñado la imagen perfecta cara
al público, de un hombre apacible y bonachón, por lo tanto, no debo preocuparme
de lo que diga esa víbora – seguía lucubrando al tiempo que se comía la
napolitana, – ¡Maldita sea!
–
Laura
confía en mí, siempre ha sido así y no va a cambiar ahora. Un par de cenas al
mes, varias veces al cine a ver los últimos estrenos, algún regalo sorpresa y
listo. En la cama nunca le he fallado, le gusta como la toco y de vez en cuando innovar posturas – seguía
pensando mientras se terminaba el desayuno.
Hasta el
presente, Luis tenía una doble vida. Gracias a la movilidad de su trabajo,
todas las semanas se iba de viaje y era ahí donde aprovechaba para conocer a
otras mujeres. Llevaba años haciéndolo sin problemas ni contratiempos. Primero
contactaba con ellas a través de las redes sociales y una vez que conseguía su
confianza e intimidar, les pedía una cita.
En el
pueblo, todos lo conocían porque era muy amable con los vecinos. Saluda
siempre, bromeaba con los niños en el parque cuando llevaba a sus hijos,
charlaba con los ancianos que se encontraban sentados en los bancos que había
en el portal de su edificio. En definitiva, una persona muy sociable y querida
por el vecindario.
SANDRA EC
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