UN PEQUEÑO RELATO
CONTADO DESDE EL PUNTO DE VISTA DE UN TRABAJADOR “PELOTAS”
El ambiente
que se respira a diario es tenso y repulsivo, totalmente insoportable. En
determinadas ocasiones, cuesta mucho contenerse. De los tres empleados que compartimos
la oficina, yo soy quien mejor lo lleva gracias a mi astucia y talante. Domino mis
impulsos en el momento justo y procuro contentar a todas las partes.
Sé perfectamente
cuándo debo hablar, con quién y cómo. Procuro mantenerme al margen cuando las
cosas se complican y espero que los demás den siempre el primer paso. De ser un
movimiento en falso, yo quedo como el trabajador leal a su empleador. Procuro
no destacar demasiado, es mejor mantenerse en un segundo plano. Fue así como me
gané la confianza de Eusebio, mi jefe.
Eusebio es
una persona muy nerviosa, insensible, anarquista y dictadora, a pesar de su
juventud. Su única ambición en la vida es incrementar patrimonio y codearse con
las altas esferas. La familia la mantiene en un segundo plano. Poco importa por
encima de quien tenga que pasar y los métodos a utilizar para conseguirlo. El
fin justifica los medios, decía habitualmente.
Desde muy
joven comenzó a trabajar y a ganar grandes cantidades de dinero. Fundó una
pequeña sociedad y contrató dos operarios que conocía de anteriores empresas en
las que habían coincidido. Poco a poco, fue comprobando que las cosas le iban
bien, que tenía un don especial para tratar con la gente y capitanear una
empresa. Con el paso del tiempo, va aumentando la plantilla, así como sus
negocios.
Debido a su
egocentrismo, se convierte en una persona avariciosa y egoísta. En su empresa
solamente regía un lema: “Mientras pague, grito. El día que deje de pagar,
entonces dejaré de gritar”. Nos lo repetía todos los días en la oficina y
también se lo recordaba a los proveedores cuando enviaban algún material en mal
estado o fuera de plazo. Él no respetaba a nadie allí adentro ni se amilanaba
por nada.
Mis
compañeras de oficina están muy compenetradas. Se consultan mutuamente las
dudas y hacen el trabajo en equipo. Eli lleva bastantes años en la empresa y Carmen
solamente siete meses. A Eusebio no le gusta que haya tanta avenencia entre
ellas. Prefiere crear crispación y estrés antes que armonía. Le molesta
profundamente que salgan juntas al finalizar la jornada.
Disfruto ver
como Eusebio se ensaña con ellas. A mí me tienen descuidado. Cada vez que entro
en el despacho, se produce un silencio receloso por parte de ambas. Sé que me
ocultan información y no me invitan a quedar los fines de semana con ellas. Se
limitan a tener conmigo una relación estrictamente profesional.
Sin ir más
lejos, esta misma mañana se produjo una pequeña desavenencia en la oficina.
Eusebio llegó de la calle trastornado. Un cliente importante no le había abonado
una factura y el dinero le hacía falta para pagar a un proveedor esa misma tarde.
Carmen había redactado una partida incorrectamente y se había equivocado en el
importe, con lo cual, el cliente se negó a firmar el cheque.
Estábamos
trabajando con normalidad y de repente escuchamos el ruido de los neumáticos
del coche de Eusebio. Al entrar por la puerta, ya supinos lo que iba a suceder.
Lo primero que hizo fue tirar la factura encima de la mesa de Carmen con
desprecio y seguidamente dio varios puñetazos a la puerta de entrada y sobre el
mostrador, haciéndose daño en los nudillos. Todos mantuvimos la respiración
ante la situación tan tensa que se nos presentaba.
Eusebio
amenazó a Carmen con el despido. Le tenía que arreglar el entuerto en aquel
preciso momento. Si no lo hacía así, esa tarde excusaba de presentarse a trabajar.
Gritaba como un poseso, estaba totalmente fuera de sí.
Otra de sus
frases célebres hizo presencia: “Sois unos inútiles, un cáncer para esta
empresa. Al final yo tengo que estar en todo. Estáis sentados nueve horas delante
de ese ordenador y aun así hacéis mal el trabajo. Yo os daría mil vueltas. Debo
dormir con un ojo abierto y otro cerrado, no puedo confiar en nadie. Inútiles,
que sois unos inútiles”. Carmen comenzó a llorar al tiempo que cogía la factura
y se ponía a rectificar los errores.
Acto seguido,
Eli levanta la cabeza y le replica al jefe: – Si algo tienes que decirle a
Carmen, que no lo discuto, podrías haberlo hecho de otra forma. Tú deber como
empresario, es llamarla a tu despacho y ahí, en privado, le podrías haber dicho
todo lo que pensabas de su trabajo y más. No veo correcta tu forma de proceder
en este asunto. Es una falta de respeto cara a los empleados. No somos objetos,
somos personas y como tal, exigimos consideración – todo con un tono de voz
pacífico – ella pudo cometer errores, como cometo yo o tú, como empresario que
eres, pero eso no te da derecho a desprestigiarla de esa manera. Ni a ella ni a
nadie que trabaje para ti.
Nunca antes
nadie le había recriminado acto alguno a Eusebio. Todos acataban sus deseos y
caprichos. Había que tener mucho valor para cuestionar el comportamiento del
gerente y decirlo en voz alta.
Eusebio, que
no había alzado la vista de su agenda mientras Carmen hablaba, encañonó a la
contable con la mirada y con una voz irritada exclamó: – quien te crees tú para
criticar que hago o debo hacer en mi empresa, “mi empresa”. Si no estás
contenta con el trato y las condiciones que tienes, ya sabes dónde está la
puerta. Aquí no retenemos a nadie. Quiero que los tres aquí presentes tengáis
una cosa muy clara. Aquí nadie es imprescindible, puedo sustituiros en un abrir
y cerrar de ojos.
Yo, como casi
siempre, no me pronuncio. El tema no va conmigo, por lo tanto me mantengo al
margen y me muestro como el empleado incondicional y fiel a su caudillo.
Eusebio es el que me paga, ellas me ignoran, por lo tanto, cada uno tiene lo
que se merece.
SANDRA EC
No hay comentarios:
Publicar un comentario